Nos gusta llamar a las cosas por su nombre y, sobre todo, que no nos vendan motos. Por eso, como dejamos claro en la II Feria de la Economía solidaria de Madrid, en Punto Abierto no vendemos humo ni fantasías, sólo realidades.
No entraremos en debates políticos o ideológicos, que son básicos para alimentar la que ya se conoce como burbuja de emprendimiento. Para ello recomendamos un artículo del número 9 de la revista Números Rojos. Adjuntamos foto que resume el tono de lo que escriben, que no podríamos corroborar más y resume, en nuestra opinión, el “estado de la nación” en este aspecto.
A muchas nos entran escalofríos cuando oímos la palabra emprendedora. Obviamos análisis etimológicos y menciones a la RAE, que de eso ya hemos leído y escuchado un montón, o hablar de la reivindicación tan manida de que debemos reapropiarnos de términos que han secuestrado “los otros” —de ahí a hablar de la bandera, un paso—. Añadir un “social” a cualquier término no aporta más que confusión. Crear nuevas palabras no es necesario, ya tenemos las que más se adecúan a los conceptos de los que hablamos. Pero, ¿tenemos claros esos conceptos?
¿Por qué le llevan emprender cuando quieren decir autoemplearse?
El autoempleo no es nada nuevo: yo me lo guiso yo me lo como; porque soy un espíritu libre, porque no quiero tener nadie que me mande, porque quiero dedicarme a lo que me gusta o porque no me queda otra que ofrecer yo directamente los servicios por los que antes me pagaba quien me empleaba llevándose siempre la mejor parte. O sea, me doy de alta como autónoma, abro un bar con una colega y montamos una S.L., me dedico a hacer chapuzas e ingresar en negro, también, u ofrezco lo que sé hacer cada vez a precio más bajo para competir con un entorno plagado de gente desesperada después de más de un año en el paro, como yo.
El emprendimiento tampoco lo es: tengo una idea brillante y encuentro un hueco en el mercado para desarrollarla y vender un producto o servicio que no existía, cubriendo una necesidad que sí, y mucho. Que me vaya bien o mal ya es otro cantar, pero emprendo una aventura, arriesgo y quiero ganar, por supuesto; tengo tantas cualidades envidiables y especiales —o me colocan tantas— que parezco un caballero medieval. Y claro, después de ser una persona parada, subempleada, acomodada y perdedora en definitiva, el cambio de nombre que me proponen me convence, aunque lo que haga sea algo que tampoco es nada nuevo: autoexplotarme para sobrevivir.
Sola no puedes, con amigas sí
El trabajo en equipo es algo que tiende a sobrevalorarse en contraposición al individualismo extremo en el que estamos sumergidas. Sin embargo, vemos claro que no merece la pena ni intentar ser ni intentar venderse como un Leonardo da Vinci que toca todos los palos, por agotador primero y por poco posible después. Un clásico son las supuestas agencias on line que ofrecen todos los servicios habidos y por haber y que sólo tienen detrás a una persona. O sea, alguien autónomo, o sea, una… ¿emprendedora?
En Punto Abierto nos hemos unido perfiles muy diferentes y situaciones vitales muy distintas. Es una de las cosas que hace tan rico este proyecto y nos hace capaces de abarcar proyectos amplios. El aprendizaje y evolución diarios sólo son posibles con el trabajo codo con codo con otras personas y el apoyo de las compañeras es capital, que diría Mariano, para sobrellevar situaciones que de ser sólo una nos superarían y nos harían fracasar. El formato cooperativo es sólo una opción más; un grupo de personas autónomas pueden reunirse y sacar adelante, efectivamente, proyectos similares. La horizontalidad real, la solidaridad, la flexibilidad, la autonomía, la colaboración con otros equipos y el poner primero a las personas es lo que creemos que aporta valor a esta forma de empresa. Porque cooperativa somos, sí, pero empresa también.
Por eso nos gustaría destacar que, a pesar de las muy cacareadas políticas gubernamentales de apoyo al emprendimiento —o llamémosle equis—, la realidad es que el 55% de lo que ingreses por tu actividad autónoma se irá, como nos sucede a nosotras, en impuestos. No queremos saber en qué se invierte toda esa cantidad de dinero, si es que se invierte, pero está claro que es una clara amenaza a proyectos con principios éticos y autónomos como es Punto Abierto. Así, entre pagos a la administración e impagos de clientes, la sostenibilidad de la cooperativa cuesta sangre, sudor y lágrimas. Sobre todo si aclaramos que, por principios, no optamos a subvenciones ni pedimos créditos a bancos éticos ni convencionales.
Pero aún así somos optimistas y constantes: el verano ya llegó y nuestro quinto aniversario como Punto Abierto también, todo un logro. ¡Muy pronto, celebración!
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